Los juegos forman parte de la vida cotidiana de todas las personas, en todas las culturas; los juegos son un componente fundamental de su vida real.
Un buen
juego permite que se pueda jugar con pocos conocimientos pero, para empezar a
ganar de manera sistemática, exige que se construyan estrategias que implican
mayores conocimientos.
Al
jugar, quien participa en el juego sabe si ganó o perdió, no necesita que otra
persona se lo diga. Más aún, en muchos juegos el jugador puede saber, al
terminar de jugar, por qué se perdió o por qué ganó, qué jugadas fueron malas o
fueron buenas. Esto es lo que le permite al jugador jugar cada vez mejor,
construir poco a poco mejores estrategias para alcanzar la meta, es decir, le
permite ir aprendiendo.
No
todos los juegos son interesantes desde el punto de vista de las matemáticas
que se aprenden, ni todas las actividades que sirven para aprender matemáticas
son realmente juegos. El reto es entonces descubrir o construir actividades que
sean realmente juegos para los niños y que, a la vez, propicien aprendizajes
interesantes de matemáticas.
Los
juegos pueden ser una buena solución para resolver los numerosos casos en los
que terminan un actividad antes que otros.
Antes
de comenzar cada juego, es importante que el maestro lo lea competo y, con
especial atención, los recuadros grises que aparecen al inicio y al final.
Se
puede jugar todas las veces que sea posible. El maestro debe tener en cuenta
que la realización de estos juegos no se reduce a un simple entretenimiento o
relajamiento pues cada vez que juegan, los alumnos aprenden algo nuevo sobre
matemáticas.
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